Solo haré referencia a los elementos más comunes que afectan negativamente a la calidad del agua, dejando para otra ocasión aquellos compuestos, la mayoría de ellos tóxicos, que afortunadamente son poco frecuentes y que aparecen en concentraciones indeseables accidentalmente.
El agua potable de distribución, según su procedencia, contiene una serie de compuestos químicos que en la mayoría de las ocasiones varían a lo largo del año en función factores climatológicos, que determinan, entre otras cosas, su dureza.
Estos compuestos químicos son absorbidos por el agua, ya sea al atravesar la atmósfera (gas carbónico, oxígeno, etc.) o durante su recorrido a través de las capas del terreno (carbonatos, sulfatos, cloruros, etc.). Según las características de éste y la cantidad de gas carbónico que haya absorbido, disolverá más o menos cantidad de sales cálcicas, formando, por ejemplo bicarbonato cálcico. Al efectuar la captación de cualquier agua, el bicarbonato cálcico llegará hasta las instalaciones, donde originará incrustaciones calcáreas. Estas incrustaciones se producen principalmente en los puntos o zonas donde el agua se calienta, o donde sufre agitaciones o turbulencias. Bajo estas condiciones, se libera el gas carbónico que mantiene disuelta dicha cal y por ello, ésta se precipita, formando las incrustaciones calcáreas en las conducciones de agua, así como en los aparatos a ellas conectados (griferías, calderas, calentadores, acumuladores, intercambiadores de calor, lavadoras, lavavajillas). Los valores de la dureza total del agua que reflejamos son desde la óptica de su potabilidad, ya que si bien los 15º F. son aceptables para cualquier uso, 50º F son ciertamente elevados para casi cualquier utilización industrial y doméstica del agua.
Tengamos en cuenta que los materiales que, básicamente y de forma general, se utilizan en las redes de distribución y en instalaciones son el acero negro, el acero galvanizado, chapa de acero, cobre, aluminio y el latón y los plásticos. La acción del agua sobre algunos metales puede provocar problemas de corrosión. Asimismo, el equilibrio calco-carbónico del agua proporciona a ésta propiedades agresivas o incrustantes que se reflejan en las tuberías de las redes de distribución, efectos que pueden sumarse a los motivados por procesos microbianos. Tomemos, por ejemplo, el caso de los depósitos acumuladores de agua caliente sanitaria que al ser afectados por el contenido en cloruros del agua, obligan a aconsejar, para concentraciones superiores a los 150 mg/l y hasta los 350 mg/l, la utilización de depósitos de acero inoxidable aleado con titanio. Un caso similar es el de los termos eléctricos en los que, además de ser fabricados con el material adecuadamente resistente a la corrosión, se hace, a veces, necesario instalar un ánodo de magnesio (a cambiar periódicamente) y que actúa como protector.
La corrosión, en estos casos, será todavía más acusada si a una dureza relativamente baja se une una mineralización alta, sobre todo si esta se debe, reiterando lo ya indicado, a iones Cl- que poseen, dado el pequeño tamaño de sus iones, un gran poder de penetración, elevan la conductividad iónica y actúan como despolarizadores del proceso de corrosión. Además se ha comprobado que la presencia de estos iones impide una buena cristalización de las capas protectoras, volviéndolas porosas.
Otro caso es de las piezas y accesorios fabricados de latón amarillo, aleación con cierto grado de predisposición a la corrosión por descinficación, siendo uno de los factores de riesgo de producirlo, la presencia de los ya mencionados iones cloro, habiéndose comprobado que con contenidos del orden de 80 mg/l. se inician ya los fenómenos de corrosión local.
Como ya he indicado otro aspecto del agua a considerar es su dureza (contenido en compuestos de calcio y magnesio). Si el agua es dura los carbonatos y bicarbonatos en disolución pueden provocar incrustaciones sobre la superficie rugosa de las tuberías y sobre el interior, también rugoso, de los grifos, terminando por inutilizar a sus dispositivos mecánicos, siendo especialmente rápido este fenómeno con el agua caliente y en aquellas griferías que se utilizan sólo esporádicamente (por ejemplo en las segundas viviendas). Como es sabido las agua muy duras se consideran poco agresivas, dado que pueden depositar sobre la superficie metálica películas calcáreas continuas y compactas que dificultan el ataque del metal subyacente, sin embargo esta precipitación provoca, como hemos dicho, otros problemas. Para evitar los derivados de la dureza del agua algunos electrodomésticos llevan incluso incorporado un descalcificador para combatir durezas de hasta 125º franceses
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